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¿Dónde está el Señor?

En este viernes 27, de la octava de la Navidad, y estamos invitados a reflexionar al Evangelio de Juan capítulo 20 versículos 2 al 8.

Nos estiramos en el tiempo y nos vamos a la vida adulta de Jesús, con su muerte y resurrección. Y la protagonista del Evangelio es María Magdalena, quien “el primer día de la semana, muy de temprano va al encuentro de Simón Pedro y el otro discípulo al que el Señor amaba”, y este no es otro más que Juan, “y dice se han llevado al Señor y no sabemos dónde lo han puesto, ¿dónde está el Señor?”, es una pregunta que Magdalena le hace a Simón y a Juan.

Hoy celebramos la fiesta del apóstol evangelista Juan, quien es aquel que nos revela la divinidad de Dios, la divinidad de Jesús. Es el Evangelio que hemos leído el 25, el de “la Palabra se ha hecho Carne”.

Santo Tomás de Aquino dice que Jesús tenía un amor de predilección por Juan porque era el más joven de los 12, por ende, colige Santo Tomás, era el más inteligente. Esto sale a la luz porque es el más profundo, el más teológico de todos los evangelistas. Es el discípulo amado, se guarda en el corazón el latido previo a su muerte en la última cena. Es quien se recuesta sobre el pecho de Jesús, guarda el latir del corazón asustado de Jesús. Y es Juan quien a los pies de la cruz escucha del mismo Jesús, “Mujer aquí tienes a tu hijo, hijo aquí tienes a tu madre”, y –dice el Evangelio– desde aquel entonces Juan la recibe en su casa.

Hoy celebramos a San Juan y también le podemos preguntar dónde han puesto al Señor. Y quizás nos responda “no lo busquen en palacios, entre oropeles, lo encontrarán en un pesebre muy pobre, entre animales y una pareja muy joven, su madre es María virginalmente en este estado de maternidad, y su padre es un hombre silencioso llamado José”.

Juan nos invitaría a adorar “el Cordero”, como lo señala Juan El Bautista, “que quita el pecado del mundo”.

Que en este día, mirando la figura de Juan al pie de la cruz, recostado en el pecho de Jesús en la última cena, nosotros nos arrimemos al pesebre para contemplar al niño y sentir los latidos de vida que este niño trae para toda la humanidad.