Freno en el semáforo de la 14 y 29. ¿Cuántas veces pasé por ahí? ¿Cuántas veces me tocó en rojo? ¿Cuántas veces aproveché esos escasos segundos para revisar algún mensaje? Muchas, seguramente, muchísimas. Pero esta vez –como nunca– miro en dirección a la remisería y leo allá arriba en la pared: “Viaje feliz, viaje contento. Viaje con Remis Centro”. Pienso en el poeta que se esconde detrás de la frase, en el poeta que quizás sea el mismo que me atiende el teléfono, que habla por handy y repite “copiado” cada treinta segundos. Pienso no sólo en esa búsqueda lírica sino también en el artista arriba de un andamio pintando con paciencia y dedicación.
¿Será una acción de marketing para vender más viajes? Puede ser. Pero prefiero pensar que no, que esa inscripción no le traerá nuevos clientes. Prefiero pensar que hay una búsqueda estética, un acto creativo, una intención artística o, en todo caso, un deseo de perdurar como comercio que vale la pena resaltar. Quizás, algún día, Remis Centro cierre y mucho tiempo después podamos aún recordar la frase. ¿Quién no recuerda –de aquellos que ya peinan canas– el rap de los ´90 del antiguo supermercado Facciolo de la calle 32?
¿Quién olvidará la frase “Il vero gelatto lo facio io” cuando Aloisio deje de existir?
Emiliano es el empleado del almacén de huevos de la calle 47 entre 34 y 36. Atiende con una sonrisa pícara y con un yeso en el brazo que no parece molestarle. Cada tanto, cuando está aburrido, cambia la inscripción del pizarrón que saca a la calle.
–A mi los chicos -los dueños- me dijeron, vos poné frases graciosas, no hay problema. Que no sean racistas ni nada de eso. Las voy cambiando cuando me canso. El otro día puse “pasá, que estamos hasta los huevos”.
–¿Creés que esas ocurrencias generan más venta o más clientes?
–No. Vienen y se ríen. Yo busco eso, que se rían. Vienen, lo miran, se ríen y entran o pasan de largo. Yo acá empecé a trabajar hace un año. Y el chico que trabajaba antes ponía frases en Facebook. A mí me dieron la libertad de hacerlo, y no me decían nada y se reían ellos mismos. Además vender huevos te da para el doble sentido. A ver, esperá que te muestro lo de Facebook…
Busca en el celular –que tarda en cargar– las inscripciones graciosas. Una vez que las encuentra me muestra cada una de ella y se ríe, como si las viera por primera vez. Después entra en un nuevo perfil para enseñarme otros carteles ingeniosos de un fulano que nada tiene que ver con la venta de huevos, pero que –de algún modo– funciona de inspiración.
Las frases de Emiliano no sólo buscan la sonrisa espontánea, a veces son oportunas al momento, a la actualidad…
–El día que la selección jugó con Brasil puse “Esto le falta a la Argentina: Huevos” y el día del amigo puse “Amigos son los huevos”.
Y a veces son mensajes que invitan a pensar como la frase de hoy “¿Te falta suerte o te falta huevos?”
–Otra que me acuerdo es “Tener decisión es tener huevo”. A veces busco por internet, también. La gente siempre me dice algo. “¿A ver qué frase tenés hoy?”, me dicen.
Reivindico, desde esta crónica, a todos aquellos que, hagan lo que hagan, buscan ser creativos, frescos. Aquellos que le esquivan a la primera opción y los seduce la número ocho o nueve. A los que no se ven tentados en transitar la ancha avenida por la que viaja la mayoría, sino que buscan caminos alternativos.
Qué fácil y tentador es, por ejemplo, poner los precios en la puerta para atraer la clientela. Pero Lionel, el dueño de la pollería y fiambrería de la 50 y 21, elige la vereda para hacer foco en la calidad de los productos.
–Voy rotando las frases porque precios no puedo poner. Afuera pongo más cosas relacionadas a la producción del local, a la calidad de los productos que ofrezco. Cuando arranqué con la pollería me di cuenta que lo pollos tienen agua, los pinchan con agua y los congelan. Entonces cambié de pollo y afuera destaco que no es pollo del frigorífico y agrego frases de “¿sabías que los pollos de bolsa necesitan agua?” Bueno, acá no se usa.
–Adentro también tenés distintas frases. Está muy bien armado el local. No parece una fiambrería.
–Adentro son frases más personales, o frases que leo y saco de canciones, de libros, de lo que sea. A mí me gusta que esté lindo el lugar, es así. Lo armé prolijito, lindo, limpio. Por ahí viene gente de lejos porque está la limpieza a la vista, cómo hacemos las milanesas también está a la vista. Las cositas mías que he guardado durante mucho tiempo también las puse ahí –antes del local Lionel tenía un taller de herrería con producciones artísticas–. Las frases me gustan, las leo y van para adelante. La gente las lee y algunos les sacan fotos. Es por gusto personal, de estar cómodo en el lugar del laburo. Al estar cómodo eso se transmite y la gente viene contenta, se va contenta, y eso me gusta. Además me sirvió el local para poner cosas que he hecho antes con fierros en el taller. Se ha transformado en mi lugar.
–Contame de dónde sacaste algunas de las frases que tenés.
–Tengo una frase de la Bersuit en un alambre de púas antiguo que dice “que nunca te alambren la conciencia”. Esa me gusta mucho. Otra de Mujica que dice “aprendí que si no podes ser feliz con pocas cosas, no vas a hacer feliz con muchas” … otra de Jodorowsky “pájaros que nacen en cautiverio creen que volar es una enfermedad”.
¿Por qué será que no encontramos este tipo de manifestaciones con otros servicios, por ejemplo los profesionales? ¿Por qué ningún farmacéutico pone en su local la frase “Cuando no queda más remedio, Farmacia Pirulo”? ¿Acaso la creatividad atenta contra la seriedad/profesionalidad? Estoy dispuesto a asistir a profesionales que busquen mejorar sus performance. Imagino algún día caminar por Mercedes y leer, al pasar por el consultorio de algún nutricionista, un cartel luminoso que diga “¿Buscás la receta de la felicidad? Empezá por acá”.
Hace cinco años cerró la conocida mueblería “Averame y Musso” ubicada en calle 17 y 22. Uno de los empleados, el sobrino de Averame, abrió su propio espacio y tuvo la ingeniosa idea de bautizar el nuevo local –calle 22 entre 17 y 15– con el nombre “Amueblame mucho”.
–Averame es tío mío y en el 2014 decidió cerrar y a mí me pagó la indemnización con los muebles. Entonces decidí abrir mi propio negocio y empecé a buscar algún nombre para ponerle y para que sea parecido le puse “Amueblame mucho”. Pensando y tirando mil nombres, salió.
–¿Buscabas algo que sonara similar para que el cliente lo asocie?
–No. Por ahí terminaba por ponerle “La mueblería”, o “El galpón”. Porque este era el galpón, el depósito. Ahí donde está el placar había una puerta que se comunicaba con el local y esta vidriera estaba cerrada. Después busqué en internet y hay otros Amueblame, pero no sé si son mexicanos o de dónde…
–¿Los clientes te han dicho algo?
–No. Ya me conocen. Bah, no. Hay muchos que no saben que soy Guerra, piensan que soy Averame. Saben que soy el sobrino. Muchos me dicen “sobrino”.
–¿Y el negocio cómo va?
–Época complicada. Pero te permite hacer limpieza, armar… Acá lo que te permite este negocio es que siempre tenés cosas para hacer. O armar muebles, o limpiar, o hacer service, también. Hay gente que me viene a preguntar si desarmo un placar para mudanza, por ejemplo, y yo lo hago. Cuando toca época chota hay que aprovechar lo que sea para hacer un mango.
Seguramente haya muchos otros locales que no aparecen en esta pequeña muestra que valoran el ingenio y la creatividad. Ojalá se haga justicia con ellos y sean mencionados en los comentarios.
Por mi parte voy tomando fuerzas. Quizás en algún momento arme mi perfil de psicólogo en las redes sociales con la inscripción “La única verdad es la realidad (psíquica)”.