Cuántas veces observamos a los niños jugar, al modo de niños precisamente, comparándose con superhéroes, repartiendo entre ellos «súperpoderes»
Jugamos siempre con el tener poderes, y más de una vez dijimos o hemos escuchado decir «qué lindo sería tener tal o cual poder para hacer tal o cual cosa», y descuidamos que tenemos todos, desde el mismo momento de nuestro nacimiento, algunos que otros poderes, que por tenerlos los dejamos de lado y que en muchos casos lamentablemente cuando dejamos de tener los comenzamos a lamentarnos o a valorarlos. El poder ver ,el poder escuchar, el poder andar, y otros poderes que van más allá de una situación física determinada.
El poder amar, como el poder soñar, como el poder desear a otra persona una bendición, son poderes que los tenemos en nuestras manos y en nuestro corazón, y que no conocen de cadenas y de distancias.
El poder soñar con la persona amada, el poder traer la presencia de esa persona amada, a partir solamente de nuestro pensamiento. Esta capacidad intelectual que tenemos de remontarnos con nuestra imaginación y poder estar en los lugares más inhóspitos o en los lugares más deseados, al menos con nuestra inteligencia, al menos con nuestra imaginación.
Cuando hacemos cuentas, vemos que en nuestra vida tenemos una gran cantidad de poderes.
Como bien cantaba Facundo Cabral, «al final del tiempo, si nos ponemos a ver, todo es ganancia, hasta la ropa que tenemos puesta».
Que la Virgen Santísima de Luján nos de la capacidad de no perder el asombro de los diversos poderes, reales y concretos, que tenemos en nuestra vida.