Continuamos en el retablo de la Última Cena y rondando la misma idea fuerza de todos estos días, donde el protagonismo lo tiene el diálogo de despedida entre Jesús y los Discípulos.
Y, ¿qué hacer con todo esto?, ¿qué significa todo esto? Lo que turba a los Discípulos es demasiada información, por parte del Maestro, porque están recordando tres años vividos juntos, en los que todo se ha compartido y hubo muchas enseñanzas. Algunas están en el Evangelio y otras tantas no están.
Entonces, así como el asombro es el inicio de la filosofía y la pregunta de cómo es tal cosa es el inicio de cualquier ciencia ordenada sistemáticamente, sin duda que el preguntarse qué significa todo esto puede ser uno de los orígenes del pensar la Fe. Esto es la Sagrada Teología, pero aquí se corre con una ventaja, porque el que explica es el Maestro, porque Jesús al darse cuenta de la inquietud que tienen los Discípulos vuelve al inicio, a recordar algo: que el Espíritu Santo, cuando yo me vaya, les va a recordar todo.
Y esto tiene también alguna consecuencia práctica, no solamente a nivel teológico o espiritual, sino en lo inmediato. Si algo ha sido estudiado y si rezamos seguramente nos vamos a acordar de ello (a mí me pide que rece alguien cuando tiene un examen, pero yo le pido que estudie).
A veces cuando estudiamos tenemos demasiada información, entonces es bueno pedirle al Espíritu Santo que esa parte nuestra, eso que hemos estudiado, ese esfuerzo, realmente quede demostrado en un examen o donde fuese.
La función del Espíritu Santo, fundamentalmente, es recordarnos lo que Jesús nos vino a enseñar, y en cuestiones prácticas, cotidianas, de todos los días. No olvidarse que esto Jesús ya lo vino a enseñar, esto ya lo dijo Jesús.
En los momentos más importantes, e incluso en los más nimios de nuestra vida, el Espíritu Santo, si lo invocamos, viene en nuestra ayuda.
Que la Virgen Santísima de Luján nos dé un corazón orante y peticionante de la presencia del Espíritu Santo.