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Ustedes no juren

Continuamos en la misma temática que venimos tratando todos estos días: el Evangelio de Mateo, capítulo 5 versículo 33 y siguientes.

Aquí Jesús sigue insistiendo en tener otro tipo de actitudes. Como decíamos, la misericordia debía ser distinta, la fidelidad debía ser distinta. Todo lo que viene a plantear Jesús es distinto y terminábamos diciendo ayer que solos no podíamos, que solo con la presencia y ayuda de María Santísima podíamos en nuestras vidas comenzar a hacer el intento de transformar nuestra realidad. Y la transformación de nuestra vida pasa por cosas de todos los días, por lo cotidiano.

Qué bueno es recobrar el valor de la palabra. Tanto que el “sí” que decimos, sea de esa manera, y cuando decimos “no” que también sea de esa manera.

Jesús recalca mucho la palabra empeñada. Que tu “sí” sea sí, y tu “no” sea no.

Muchas veces uno mira cuando se hacen los juramentos de diversos funcionarios o profesionales, y se dice muy alegremente “si así no lo hiciere, Dios y la Patria me lo demanden”. Y yo pienso que la Patria quizá no se lo demande porque los hombres pueden llegar a tapar ciertas cuestiones, pero Dios seguramente –que mira, conoce y ve el corazón del hombre– lo va a tener en cuenta. Así como desde la Cruz dijo “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, atención porque muchas veces se sabe perfectamente que se está actuando mal o que se actúa bien.

Entonces, hoy es sábado dedicado a la Santísima Virgen. Que sea Ella –como todos los sábados que le dedicamos una mirada especial– quien nos enseñe a que nuestra palabra sea empeñada incluso con nuestra propia vida.

El “sí” es si. El “no” es no. Que Ella te bendiga.