“Acumulen riquezas y tesoros en el Cielo”, dice el Señor, “porque allí nadie los puede robar, no hay polillas, no hay ladrones, no hay quien pueda perforar las paredes”.
Y esto de acumular tesoros en el Cielo, se puede ver en nuestras vidas. Charlando con un amigo, me decía que mucha gente cuando hace dulce se la pasa revolviendo la olla con los frutos. Revuelve y revuelve, y el dulce nunca se termina de hacer. Entonces, ¿donde está el error o el problema? Quizás le falta el fuego.
Muchas veces nosotros nos pasamos en nuestra vida haciendo esfuerzos, guardando tesoros en montones de lugares y nos olvidamos de poner el fuego de la pasión, de la oración, de la buena intención, en las cosas que hacemos.
Entonces se nos pasa la vida, se nos desgasta en hacer dulce, o hacer cualquier otro menester sin el fuego que debe tener, sin ponerle pasión a lo que debemos hacer. Y guardamos donde no hay que atesorar. Ponemos mucho esfuerzo, atención y vida en cosas que no lo merecen, porque están solamente para servirnos o para ayudarnos. Y hay situaciones y personas que merecen nuestro amor, nuestra atención, todo lo nuestro. Pero hay situaciones en las cuales gastamos, atesoramos, apostamos o depositamos muchas cosas o atenciones y carecen absolutamente de sentido.
Es bueno, habiendo recordado ayer nuestro propio Bautismo, volver a darle sentido a nuestras vidas. Adonde acumulamos tesoros, en qué cosas ponemos nuestros esfuerzos, donde ponemos el norte de nuestros barcos.
Quiera la Virgen de Luján acompañarnos para que siempre tengamos el norte puesto hacia Jesús.