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No hay que pedirle peras al olmo

Un dicho popular entre la gente es el que dice que “no se pueden pedir peras al olmo”. Y esto significa que no podemos esperar algo distinto de lo que alguien puede dar porque lo va a dar según lo que esa persona es. En filosofía se dice que el operar sigue al ser.

Se actúa según lo que se es. Y de allí que es tan importante ser buena gente para poder hacer obras de bien.

Y Jesús a esto lo rescata de un modo particular en el Evangelio de hoy, Mateo capítulo 7 versículos 15 al 20. Y dice que “todo árbol bueno produce frutos buenos, y todo árbol malo produce frutos malos. Por ende por sus frutos, entonces, ustedes lo conocerán”.

Bastará entonces ver los frutos de una serie de situaciones personales, familiares, institucionales… Frutos. Y a partir de allí ver si el árbol es bueno o es malo.

Algo que produce dolor, discordia, se nos hace cuesta arriba, muchas veces lo disimulamos rápidamente diciendo que es una prueba de Dios. Cuando Dios no pone pruebas más allá de nuestras propias fuerzas. Tal vez los frutos que estamos poniendo en nuestras actividades no sean adecuados, porque no son las actividades que Dios ha pensado para nosotros.

Y nosotros somos conocidos por nuestros frutos. Nuestros frutos en nuestra propia familia, o en nuestro círculo de amigos, círculos parroquiales, lugares de socialización, el club, los amigos o el círculo más cercano de nuestras relaciones.

Pero, ¿somos personas de buenos frutos? ¿O, por el contrario, somos los que ponemos siempre la nota discordante, la crítica mordaz, el chiste soez, la cargada ya fastidiosa?

Hay que dar buenos frutos porque es lo que tenemos en el corazón. Si tenemos cosas buenas en el corazón nuestros frutos deben ser buenos. No nos olvidemos que de la abundancia del corazón hablan los labios.

Quiera el Señor que esto –que es para la vida personal y se extiende a la vida familiar, social, comunitaria e incluso en el orden político–, los frutos que se dan, sean realmente buenos porque están basados en buenas personas, buenos hechos, buenos corazones.

Que la Virgen de Luján nos bendiga para que día a día nuestros frutos sean en abundancia y sean buenos.