Pasó más de una semana ya de este fenómeno que aconteció, por falla humana o técnica, de haber dejado a gran parte del país sin electricidad y del tema se sigue hablando.
Pero hay apagones de los que no hablamos. Son los apagones espirituales. A esto se lo llama “noche oscura”. Esta, en la vida espiritual, se da cuando pareciera que Dios hace silencio. Hay un “silencio de radio” por parte de Dios. Parecieras como que Dios se ha borrado. Como si hubiese desaparecido en nuestra vida. Es cuando perdemos el gusto y el sabor por la oración, por el obrar bien, la motivación de hacer las cosas, y caemos en una serte de “zozobra espiritual”, de un adormecimiento, de una anestesia espiritual.
Es la noche oscura y tiene varios grados. Muchas veces se la puede identificar solamente con los grandes místicos, que han pasado a la “noche oscura del alma”. De esto han escrito tantísimo San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Avila. Pero no solamente son fenómenos místicos o de los santos, sino que nos puede acontecer en cualquier momento de nuestra vida esta sequedad espiritual o sequedad del alma, que no hay que confundirla con la oscuridad de estar en el pecado mortal, cuando esta obnubilada nuestra conciencia y nos da lo mismo cualquier cosa. Esta noche oscura acontece en almas en personas que están en camino del Señor. Por eso a pesar de estar en Gracia y hacer lo que se debe sentimos y vivenciamos en nuestra existencia como que nada tiene sentido y todo ha caído.
Es un estadio en la vida espiritual. Y es también donde a nosotros nos cabe el Evangelio de San Lucas, capítulo 2, versículo 3 al 7, donde Jesús rescata a la oveja perdida. Porque es precisamente en la noche oscura cuando sentimos que estamos alejados de Dios o que El se ha alejado de nosotros.
Pero al contrario. Hay un viejo cuento que dice “Señor, miré las huellas que iba dejando en mi vida, y precisamente en los momentos más felices de mi vida había dos huellas que iba dejando a la orilla del mar, pero en los momentos más tristes y dolorosos, solamente había una huella. ¿Donde estabas?”. Y le responde Jesús que no estaba caminando solo, “había solamente una huella que era la mía, porque yo ya te había cargado en mis brazos”.
Jesús es el Buen Pastor, que en los momentos de mayor dificultad nos viene a visitar y como a una oveja nos carga en sus brazos.
Que la Virgen Santísima de Luján nos haga experimentar la ternura de Dios, de modo particular en los momentos de oscuridad.