Desde siempre la Sagrada Escritura ha identificado a María Magdalena o María de Magdala, la mujer de Magdalena, una ciudad muy cercana a Jerusalén donde había nacido, una de las seguidoras de Jesús, y se la ha identificado como a aquella mujer a quien pretendían apedrear y Jesús dice donde están tus acusadores, vete en paz, y termina el Evangelio diciendo donde abundó el pecado sobre abundó la Gracia.
No sabemos si es María Magdalena en verdad pero la tradición de la Iglesia siempre la ha identificado con ella.
Hoy estamos invitados a reflexionar el Evangelio de San Juan capítulo 20 versículos 1 al 18, porque celebramos a Santa María Magdalena, y por ello nuestro saludo a todas las mujeres que llevan este nombre, Magdalena.
María Magdalena en este Evangelio de hoy se nos aparece no solamente como esa mujer que ha sido perdonada, no sólo la contemplativa, sino una contemplación sumamente activa. Es la que de madrugada, antes que todos, va al sepulcro a ver para preparar todo lo concerniente a la sepultura de Jesús y se encuentra con que El no está. Y luego de un breve diálogo con el Resucitado termina el Evangelio diciendo que María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y le había dicho que fueran a Jerusalén que ahí lo iban al ver.
Este acontecimiento, la convierte a María Magdalena ya no en esa mujer donde sobre abundó la Gracia, que se hace activa y de tal manera que la convierte en apóstol de los apóstoles. Es la encargada, María Magdalena, de anunciarle a los apóstoles la resurrección y de anunciarle a los apóstoles dónde lo van a encontrar a Jesús.
Qué hermoso es aprovechar las lluvias de gracias que el Señor derrama en nuestras vidas y que esa sobre abundancia de gracia que tenemos se convierta en apostolado, en ser anunciadores de la presencia de Dios, con gestos, con palabras, con silencios que muchas veces hablan, donde nos movemos: nuestro matrimonio, con nuestros hijos, nuestros padres, en la escuela, la universidad, el club, donde estemos, en nuestras instituciones políticas. Ser apóstoles en medio de un mundo tal vez alejado de Jesús.
Que la Gracia que hemos recibido sobre abunde.
Que la Virgen Santísima de Luján nos ayude a todos a no solamente beneficiarnos de la Gracia sino ser propaladores de ella.