Uno de los Evangelios más lindos y de claros textos es el de hoy, miércoles 14 de agosto, en el que estamos invitados a reflexionar a Mateo capítulo 18 versículos 15 al 20, en los que Jesús nos habla por un lado de la corrección fraterna y por otro nos invita a estar en comunidad.
Les aseguro que si dos de ustedes se unen para pedir algo al Padre que está en los Cielos, El lo va a conceder, dice. Y concluye: Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy Yo.
Es bueno que nuestra oración sea personal, en profundidad, en silencio, este encuentro personal con Dios. Pero esa oración personal va a encontrar una caja de resonancia cuando se hace comunitaria. Qué hermosa es nuestra oración en común, rezar junto a otros. La misa es un momento privilegiado de la presencia de Dios porque en comunidad sabemos que Dios se hace presente. Como comunidad hacemos la presencia real de Jesús en la Eucaristía, y la Eucaristía nos hace a cada uno sentirnos en común unión. Con esta certeza que El nos ha dejado: Donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estoy Yo.
Tantas veces que nos enfrentamos o nos ponemos de acuerdo para algo que no es muy correcto, es bueno que nos juntemos para algo como es la oración. Que bueno es volver a rescatar los que nos leen en NOTICIA MERCEDINAS la oración familiar antes del almuerzo o la cena. Alcanza y sobra con hacer la señal de la cruz en familia y decir “Gracias, Señor, por estos alimentos”. Hemos hecho oración, lo hemos hecho en familia, con otros.
Qué bueno es, cuando vamos a misa, no estar celebrando mis propias intenciones, mis propias historias, sino estar realmente en común unión con otros, estar en oración con otros, con esta certeza: Donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estoy Yo.
Que la Virgen Santísima de Luján, que presidía el Cenáculo de Pentecostés, donde fue el descenso de Dios Espíritu Santo, nos enseñe el valor de la oración y el valor de la oración en comunidad. Que Ella nos bendiga.