En este lunes 2 de septiembre, en esta nueva semana, volvemos a decir lo que decíamos a comienzos de agosto: “Cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando”
Estamos en septiembre y hemos dejado atrás una serie de celebraciones y de textos evangélicos que nos han invitado a una reflexión profunda.
Hoy estamos invitados a reflexionar a San Lucas capítulo 4 versículos 16 al 30, donde Jesús da oficialmente por iniciada su tarea apostólica y esto lo hace como buen judío. Va el sábado a la Sinagoga y lee el texto del profeta Isaías donde se anuncia cuál es la tarea mesiánica: vengo a dar libertad al esclavo, a sanar al enfermo, vengo a dar gracia y bendición, vengo a dar libertad a los oprimidos, la vista a los ciegos, la liberación al cautivo. Y cierra el libro frente a la mirada atenta de todo el auditorio y pronuncia estas palabras que levantan el gran alboroto.
Esto se ha cumplido hoy y está bien que así sea porque la Palabra de Dios siempre debe crear alboroto, movilizarnos. Cuando es dicha y escuchada debe movilizarnos.
Y le pasa a los que escuchan a Jesús lo mismo que nos pasa a nosotros frente a tantas situaciones, que se preguntan ¿quién es este que tiene tanta sabiduría?, ¿quién cree que es si su padre es el carpintero José y su madre María, quienes viven entre nosotros?
Muchas veces cuando algo de la Palabra de Dios nos incomoda cometemos el error de matar al mensajero, porque el mensaje nos molesta, levanta polvareda.
Esta semana tendremos oportunidad de seguir reflexionando sobre este Evangelio y esta aparición muy pública de Jesús.
La pregunta que quiero dejar es: Cuando escuchamos la Palabra de Dios entre nosotros, ¿levanta polvareda, nos hace ruido? ¿O buscamos alguna excusa, escuchamos a la defensiva o nos abrimos de corazón?
La Virgen Santísima de Luján nos dé un oído atento para escuchar la Palabra que levante polvareda en nosotros y que nos interpele.