Hoy, domingo 26 del tiempo ordinario, 29 de septiembre, estamos invitados a reflexionar después de unas preciosas lecturas, el Evangelio de San Lucas capítulo 16 versículos 19 al 31. Una larga página muy bella que deja una enseñanza, una parábola que la tradición le ha dado el nombre de “El rico epulón y el pobre Lázaro”. Entra a tallar nuestro padre Abraham y así termina el Evangelio.
El texto es muy conocido y describe la pobreza de Lázaro que deseaba saciar su hambre con lo que comían los cachorros, y por otro lado el hombre rico que mostraba gran ostentación en su vida. Y dice el Evangelio que Lázaro murió y fue llevado al seno de Abraham. Murió el rico y fue enterrado. Así el Evangelio nos marca en sus primeras líneas una diferencia entre el final de uno y el de otro. Y cómo se produce este diálogo entre el rico que soporta las penas de ese lugar de tormento, y le pide a Abraham que por favor le subsane.
En este dialogo se nos muestra al rico que pide explicaciones y clemencia y por otro lado al pobre Lázaro que ha sufrido en su vida, y como ha trabajado no solamente para la vida en la tierra sino pensó en la vida eterna, recibe el consuelo del Padre Abraham.
Pero quiero detenerme en el final del Evangelio, donde el rico dice envía a la tierra, avísale a mis hermanos que se porten bien, que es cierto lo que las Escrituras dicen. Y Abraham dice si no escuchan a Moisés, a los profetas, aunque resucite a alguno de entre los muertos tampoco se convertirán.
Y esto nos puede pasar muchas veces a nosotros. Si bien no lo verbalizamos de esta manera, pensamos que si pasa tal o cual cosa cambiaríamos de actitud, pero tenemos lo necesario, lo que debemos creer, en el Evangelio. Muchas veces se nos oscurece el panorama, porque pasamos alguna dificultad o quienes deben dar testimonio no lo dan.
De todas maneras sabemos lo que nos ha enseñado Jesús. Bienaventurado el pobre, el que llora, porque va a ser consolado.
Y el final de la película es lo que nos alienta, saber el final de la historia es lo que nos sostiene y nos hace seguir caminando.
Aprovechemos este domingo para seguir haciéndonos preguntas. Tal vez vivimos muy pendientes de lo que acontece terrenamente, pero debemos recordar que estamos llamados a la vida eterna. Tenemos una sed de amor infinito que solamente un infinito la puede colmar, y ese es Jesús.
A pesar de todas las ocupaciones terrenales, que estas no nos priven de recordarnos que estamos llamados para la vida eterna.
Y que nos acompañe en esto la Virgen Santísima de Luján. Solos, en familia o con amigos, pero siempre con Jesús, en este bendecido domingo.