Diversas instancias en nuestra vida tienen que ver con nuestros estados anímicos, y sin caer en una permanente ciclotimia podemos, sin embargo, descubrir momentos de profunda alegría, otros con mucha claridad, otros donde los problemas y las cruces nos abruman, y por supuesto en otros momentos vienen la paz y las soluciones. Estos estados pueden ser acompañados, si es nuestro deseo, por momentos de la vida de Jesús y de su madre la Santísima Virgen, y así tenemos la fiesta que hoy celebramos: Nuestra Señora del Rosario, fiesta que nos traslada, según la tradición, al Siglo XIII. En efecto, según la tradición de la Iglesia, en un momento de profunda oración, Santo Domingo de Guzmán recibe en una visión el regalo de la Virgen de un instrumento que constaba de una cuerda con diversas cuentas (algo así como un cuenta ganado) a la vez que escuchaba la admonición “con esto podrás enseñar a mis hijos del sur de Francia”. Recordemos que Domingo de Guzmán había sido designado como misionero para combatir las nacientes herejías de albigenses, a quienes les era muy difícil llegar con su palabra. Aquí se remonta la historia de lo que hoy conocemos como el Santo Rosario. Si bien la costumbre de invocar a la Santísima Virgen con la repetición del “Ave María” se remonta a la Batalla de Lepanto, se toma la historia de Domingo de Guzmán como receptor de este regalo de la Virgen.
Más allá de cualquier historia no podemos abstraernos a la realidad de que nuestra vida puede pasar por estas diversas instancias, como enumerábamos al comenzar esta nota. Así, el Gozo, la Luminosidad, el Dolor y la Gloria jalonan nuestra existencia, de allí que estamos invitados a dejarnos acompañar por la maternal presencia de la Virgen en esos determinados momentos. Máxime en estos tiempos nuestros en los que venimos con el entusiasmo de haber visto a miles y miles de jóvenes peregrinar a Luján.
Que la oración del Santo Rosario acompañe nuestro día y que la Virgen de Luján rece con y por nosotros.