En este miércoles 23 de octubre continuamos con el Evangelio de San Lucas, en esta oportunidad capítulo 12 versículos 39 al 48 y nos encontramos con una nueva enseñanza de Jesús. Si ayer hablábamos del estar preparados, continuamos en la misma línea. Estar preparados porque a todos se nos va a pedir cuentas como reflexionábamos la semana pasada.
Esto es bueno tenerlo en cuenta porque si bien la misericordia cubre todo no es menos cierto que el Hijo del Hombre llegará a la hora menos pensada. Y esta reflexión nos anima a aceptar y comprender que nuestra vida llegará a su fin y allí debemos tener cuentas claras.
Porque como finaliza el Evangelio de hoy al que se le dio mucho se le pedirá mucho y al que se le exigió mucho se le va a reclamar mucho más.
Hemos recibido tantos bienes y dones, que de ellos se nos va a pedir cuenta. Como se nos pedirá cuentas de que hemos hecho con nuestras propiedades, con nuestros bienes materiales, espirituales e intelectuales.
Reflexionábamos sobre la hipoteca social, porque como somos un don de Dios, un “absolutamente dado” como dice el filósofo Romano Guardini, estamos para ser dados a su vez. Para hacernos don, y de eso se nos va a pedir cuentas. Y esas cuentas deben estar claras.
Insisto en lo que dice el Evangelio de Marcos y que resuena en el Evangelio de hoy: porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vistieron. Es decir, no me desentendí del otro, porque a mí se me dio, yo tengo que dar.
Y esto hace las cuentas no claras, sino prístinas.
Que la Virgen Santísima de Luján nos acompañe y ayude a tener en nuestra relación con Dios desde la misericordia y la libertad de ser hijos, cuentas prístinas.
Que así sea.