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La justificación

Arribamos a este domingo 27 de octubre que civilmente tiene una importancia particular pues es día de elecciones generales. Que vayamos a ejercer nuestro derecho ciudadano y lo hagamos buscando el bien común.

Litúrgicamente es el domingo 30 del tiempo ordinario en el que se nos invita a reflexionar el Evangelio de San Lucas capítulo 18 versículos 9 al 14, donde se nos presenta una parábola con la que nos enseña Jesús la actitud de un publicano y de un fariseo.

Pero antes debemos plantear la situación. Ambos buscan justificarse delante de Dios. Aclarar sus cuentas espirituales. Dice el texto que el fariseo agradece al Señor no ser como determinados hombres porque él hace ayuno, reza, paga los impuestos… es una buena persona, intachable. Mientras que junto a él había un publicano, que no pertenecía al la élite de la sinagoga, sin embargo este creyente no se animaba a levantar sus ojos al cielo y solo decia «Señor, ten piedad de mí, soy un pecador».

Dice el texto que cuando salieron del texto quien salió justificado fue el publicano y no el fariseo. Porque la justificación no la da nuestras buenas obras o la bondad sino la misericordia de Dios. Por supuesto que nuestra vida debe coincidir con la voluntad de Dios, algo que pedimos a diario cuando rezamos el Padrenuestro. Debemos ser nosotros instrumentos de Dios que quiere lo mejor para nosotros, y eso se logra con nuestro hacer, pensar y sentir, y nos justifica delante de Dios. No serán nuestras intenciones sino nuestro modo de ser el que nos ponga delante de Dios.

Somos un don de Dios y este don debe ser para ser donado.

Que este domingo seamos humildes, sabiendonos necesitados del perdón que viene de Dios, de su misericordia, y que una vez perdonados nosotros seamos transparencia y prolongación de la misericordia de Dios donde estemos.

En este domingo, solos, con amigos, pero siempre con Jesús, que la Virgen Santísima de Luján bendiga nuestra patria y te bendiga.