Un anuncio de su Pasión es el que va haciendo Jesús para preparar el terreno en este Evangelio que nos invita la Iglesia a reflexionar hoy, de Lucas capítulo 13 versículos 31 al 35, donde el escenario es que le vienen a avisar que Herodes quiere matarlo y El dice vayan a decirle a ese sordo que estoy en las cosas de mi Padre y que después voy a otras ciudades, porque ningún profeta muere fuera de Jerusalén.
Hay una capilla en la entrada de Jerusalén, con una reja, en semicírculo, que tiene una piedra para apoyarse y se ve la Ciudad Santa. Tiene un enrejado con barrotes rectos y flamígeros y un cáliz en el centro y es conocida como Capilla del Dominus Flevit, donde el Señor lloró. Es en ese lugar donde la tradición dice que Jesús pronuncia estas expresiones. ¡Ay Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados!
Jesús llora por Jerusalén, por nosotros, por nuestra indiferencia. Llora porque ha venido a visitarnos, viene a los suyos y estos no lo reciben, como dice el Evangelio de San Juan.
Pasa pero estamos tan ocupados en nuestras cosas que se nos va, lo dejamos pasar.
Jesús llora, así como lloró por Jerusalén.
Dice el Evangelio de hoy cuántas veces he querido reunir a mis hijos como una gallina reúne bajo sus alas a sus pollitos, y no quisieron. Por eso les aseguro, dice Jesús, que me iré y no me volverán a ver hasta que digan “Bendito el que viene en nombre del Señor”.
Que podamos descubrirlo a Jesús cuando viene en nuestra vida, en distintos acontecimientos. Que lo descubramos y lo sigamos.
Que la Virgen Santísima de Luján nos bendiga y nos acompañe.