Nuevamente volvemos a interrumpir el Evangelio de Lucas para encontrarnos con el Evangelio de San Juan capítulo 2, versículos 13 al 22. Hoy celebramos la dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, que es la catedral del Papa. Es la catedral en la cual es titular el obispo de Roma que es el Santo Padre. La basílica de San Pedro es la cabeza de la Iglesia Universal, pero la basílica de San Juan de Letrán es la cabeza de todas las basílicas repartidas en el mundo, la cátedra donde está la enseñanza del obispo de Roma, que a su vez es el Santo Padre. Por eso se interrumpe el Evangelio y volvemos a leer a Juan, donde Jesús expulsa a los vendedores del templo.
En las ofrendas del pueblo de Israel a la entrada del templo había vendedores que ofrecían dones que luego eran ofrecidos, a iban desde palomas a bueyes y estaba todo esto en el atrio. Jesús expulsa a los cambistas, a los vendedores, y dice “salgan de aquí y no hagan de la Casa de Dios una cueva de ladrones”
Y nosotros muchas veces convertimos nuestra propia casa de Dios, que somos nosotros mismos, por el Bautismo, en una cueva de ladrones. Cuando en nuestro corazón no habita lo que debe sí habitar, que es el amor de Dios, y por el contrario hay resentimientos, odios, dobles y malas intenciones, rencores, envidias, vanidad, desconfianza, enconos, hemos convertido nuestro corazón en una cueva de ladrones, cuando debe ser Templo del Espíritu Santo.
Al leer este Evangelio estamos invitados a pensar si no hemos convertido nuestra vida, nuestro corazón, en algo dividido, donde hay lugar para muchas cosas menos para Dios y sus cosas.
Y hemos convertido nuestro corazón en una cueva de ladrones, donde no habita la paz sino el desasosiego. Quiera la Virgen Santísima ayudarnos a poner en orden la casa interior para que habite Dios Espíritu Santo.