Llegamos a este domingo 32 del tiempo ordinario, invitados a reflexionar el Evangelio de San Lucas capítulo 20 versículos 27 al 38. Es como retrotraernos a la Fiesta de la Pascua, porque Jesús nos vuelve a decir que Dios no es un Dios de muertos, sino un Dios de vivos. Por lo que estar con Dios es estar vivos.
Y nos retrotrae a la Pascua y a la conmemoración de los Fieles Difuntos, porque el Evangelio nos recuerda “por qué buscan entre los muertos al que está vivo”, y el Evangelio de hoy termina así: “El no es un Dios de muertos sino de vivientes. Todos viven para El”.
Muchas veces podemos confundir el estar vivos, porque cumplimos el ciclo vital, tenemos los signos vitales en orden, pero espiritualmente estamos muertos. Y estamos muertos cuando hemos hecho de nuestro corazón una cueva de ladrones, un lugar de comercio y no un lugar habitado por Dios Espíritu Santo.
Un corazón esperanzado, un corazón magnánimo, un corazón predispuesto al perdón, al diálogo, que busca siempre el bien, es un corazón que vive en Dios y vive para Dios. Dios vive en él.
Quién vive en nuestro corazón, es la pregunta. ¿Estamos vivos o sobrevivimos?
No alcanza con sobrevivir. El ha venido para que tengamos vida y vida en abundancia, porque no es un Dios de muertos sino de vivientes, Y todos –como dice Jesús– viven para El.
Que la Virgen de Luján nos ayude en este domingo para que día a día vivamos para su hijo Jesús.
Solos, con amigos o en familia, pero siempre con Jesús. Un buen y bendecido domingo para todos.