Llegamos a este domingo, que es el último del Santo Tiempo del Adviento antes de la Navidad. Y estamos invitados a reflexionar el mismo Evangelio que hemos reflexionado el miércoles pasado, es decir Mateo capítulo 1 versículos 18 al 24, donde el protagonista es José
Se nos invita al dedicar toda la liturgia del domingo a José. Estamos acostumbrados al mirarlo como a un viejito bonachón, con cara inclinada, muy mayor, y para representar la castidad de José se lo hace con un lirio en la mano, muy lejos de lo real, porque más que un lirio habría que ponerle un martillo, unos clavos, un metro, porque era carpintero su oficio, y sus manos callosas y duras estaban hechas al trabajo.
Manos duras, pero corazón sabio, prudente, dulce y tierno. De varón justo, de hombre que no está de “vuelta de todo”. No es el “zonzo de la película”. Es el hombre justo del Evangelio en quien Dios pone su mirada para confiarle este gran secreto que luego será revelado para la humanidad. El embarazo virginal de María, el nacimiento del Niño.
Qué bonito es escuchar la canción “José Carpintero”, que muchas veces escuchamos en la iglesia, y otra llamada “El esposo de María” que canta Jairo, donde se nos va describiendo a José y dice algo así como “mirando las estampadas nos es difícil imaginar que José era capaz de bailar, capaz de bramar, capaz de llorar”.
Y José era capaz de todo esto porque tiene en su corazón el secreto misterioso del embarazo virginal de su mujer y el encargo de cuidar al Hijo de Dios.
José es el que le da marco a la Sagrada Familia. Es el encargado de ofrecerle techo al Hijo de Dios que nace en un pesebre. Es el varón justo a quien Dios mira, en el que pone su atención para que no entre oropeles sino entre pastos y animales nazca el Rey de Reyes y Señor de Señores.
Que como hombres nos sintamos interpelados para vivir también, como ėl, la vida oculta junto a María y Jesús, y seamos también un poco imitadores de sus virtudes, para ser custodios nada más y nada menos que de la Virgen y de Jesús.
Como decimos cada domingo, solos, con amigos o en familia, pero siempre con Jesús, tengan un bendecido domingo.