Llegamos a este lunes 23 de diciembre, la recta final hacia la Navidad. Llegamos a lo que llamamos el final del Tiempo del Adviento.
Invitados a reflexionar el Evangelio de Lucas capitulo 1, versículos 47 al 66, que comienza diciendo “Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz a su hijo y al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que la había tratado se alegraban con ella”.
Recordemos que Zacarías, el padre, había quedado mudo porque no le había creído al ángel cuando había quemado el incienso en el santuario, así que en una tablilla escribe “Su nombre es Juan”, porque los parientes decían que no había nadie en la familia que se llamara Juan, y murmuraban. Pero Juan era el nombre que el ángel Gabriel le había dado a Zacarías para este niño, y todos se preguntaban por qué tanto misterio en torno a este niño. La mano del Señor estaba con él.
Una cosa es el comentario bueno, la sorpresa, la alegría por un acontecimiento, y otra cosa es la murmuración y el chisme barato. La murmuración es el cáncer de nuestras comunidades y nuestras familias, cuando “llevamos y traemos”, cuando decimos “te lo comento a vos porque te tengo confianza”, o “te lo comento a vos y que de aquí no salga”, o bien “¿a quién se lo voy a decir si yo no hablo con nadie?”. Todas frases hechas que conllevan casi siempre una dilapidación a la persona.
Por eso es importante en este tiempo de Navidad ser portadores de buenas noticias. Que nos animemos a “no sacarle el cuero” a nadie.
Las fiestas se dan con parientes que muchas veces no vemos en todo el año y no tenemos ganas de verlos. Pero pongámosle esa cuota de alegría, disfrutemos el encuentro y démosle el lugar al Niño que nace. No seamos personas chismosas, sino portadores de buenas nuevas.
Como Gabriel, Isabel y Zacarías, que no murmuraban, sino que cumplían la voluntad de Dios.