En la época de la Revolución de Mayo si la vida de la Iglesia era vital atrios adentro, no menos lo era y hasta la igualaba hacia afuera. Y esto sin duda de manos de laicos encumbrados y de sacerdotes que sabían insuflar en toda la sociedad de la época la presencia del Iglesia. No olvidemos que exceptuando la vida comercial que también estaba imbuida de un espíritu cristiano, toda la actividad cultural, educativa, social, de beneficencia, tenía por medio de los laicos una presencia muy fuerte de la Iglesia.
Así las bibliotecas, las escuelas, que nacen siendo los colegios episcopales o cardenalicios, la antesala de las posteriores escuelas parroquiales que abrirían luego el espacio a las escuelas de las congregaciones, y mucho después las escuelas en la organización que tenemos en la actualidad.
Pero desde las primeras letras, incluyendo las universidades, con la ciudad de Buenos Aires por un lado y Córdoba por otro, van a ser faros de excelencia intelectual, y en todo el norte con la universidad de Chuquisaca, perteneciente también al Virreinato del Río de La Plata. Y de esa época data el Colegio Monserrat, sin olvidarnos como sede de beneficencia de la Casa de los Niños Espósitos, atendida como expresión de la caridad por miembros laicos de la Iglesia.
Pero también había una parte de sociabilización en torno a la Iglesia. De allí esos grupos de damas de la sociedad que se reunían en torno a las parroquias en las diversas asociaciones previo el paso de las jóvenes por asociaciones que tenían como patrona a la Virgen María, en sus distintas advocaciones, sin olvidarse de los niños de la primera infancia o las cofradías, antesalas religiosas de los clubes sociales, que eran lugares de intercambio, de novedades intelectuales, sociales, artísticas y políticas y cajas de resonancia de lo que acontecía en Europa.
De esa época perviven la Cofradía del Señor de la Paciencia, conocida por sus esclavines color violeta, y la Cofradía del Santísimo Sacramento, que aun hoy siguen reuniéndose los viernes santos y en la fiesta de Corpus Christi.
La misma vida social que acontecía en la ciudad cabecera, en la Buenos Aires portuaria, sucedía en las grandes ciudades que florecían mediterráneamente. Así una vida muy propia era la vida religiosa de ciudades como Córdoba, Tucumán o Santiago del Estero, Mendoza y San Juan. Tenían vidas religiosas, sociales, culturales y políticas que estaban todas en torno a la Iglesia. La misma vida religiosa se repite en todos los casos en torno a los conventos y capillas de las grandes órdenes sean Fraciscanos, Dominicos o Mercedarios.
Estos atrios de la Patria y de la Iglesia hacia afuera también son caja de resonancia de lo que irá aconteciendo en los Días de Mayo, y también en esos lugares se iba amasando lo que sería la Patria, que como dijimos no nació gnóstica ni mucho menos atea, en algún caso jacobina, pero siempre cristina. Con una idea de trascendencia, una idea que impregnó a los padres de la Patria y luego seguiría durante todos este tiempo hasta florecer en 1816, donde también en Tucumán fueron muchos los representantes del Clero que estuvieron presente y la espiritualidad de la Iglesia.
Que también nosotros, como aquellos laicos y sacerdotes supieron como decía Angelelli ‘tener un oído en el pueblo y otro en el Evangelio’, fieles a los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, tengamos un oído en el Evangelio y un oído en la gente. La mirada en el cielo pero los pies en la tierra.
Que la Virgen Santísima de Luján te bendiga.