Hoy, viernes 14, celebramos la Fiesta de San Eliseo, discípulo directo de San Elías, al que lo ubicamos más o menos a finales del siglo IX antes de Cristo. Se los considera como iniciadores, siendo del Antiguo Testamento, de lo que luego sería la vida comunitaria, la vida religiosa, donde iban a vivir de la oración, del trabajo, de juntarse en comunidad para la alabanza, algo propio de la vida religiosa. Y también tener obras de caridad, atención a pobres e indigentes, peregrinos de aquellos tiempos, a los más necesitados.
Continuamos reflexionando los Santos Evangelios, en este caso el de Mateo, capítulo 5, y volvemos a tema que nos ocupaba: si la justicia de ustedes no es mayor que la justicia de los fariseos no sirve. Y hoy Jesús da una vuelta de rosca y apunta al corazón, y nos dice que cuando alguien mira a otro con deseo impropio ya ha cometido adulterio en el corazón. Lo que plantea Jesús es algo muy profundo, pasa por la vida misma del hombre. No alcanza con el no codiciar un bien ajeno, sino no codiciarlo y alegrarme con lo que el otro tiene. No alcanza con no cometer una falta, sino que es menester no desearla en el corazón.
Hablamos de «una mentirita», pero las mentiras piadosas no existen. Así como una mujer no puede estar medio embarazada, algo es verdad o es mentira. Es blanco o es negro. Es cierto que son muy pocas las cosas puramente negras o blancas, pero a estas hay que defenderlas, y saber que entre medio hay una gran variedad de grises. Pero no sea cuestión que el subjetivismo nos gane y parezca que todo da lo mismo. Hay cosas que están bien y cosas que están mal.
Para esto que pueden resultar palabras muy duras y difíciles, qué mejor que la gran pedagoga, la Virgen Santísima, para acostumbrarnos el oído pero fundamentalmente el corazón para, como dice la Palabra de Dios, tener un corazón limpio, porque así vamos a ver a Dios.
Que la Virgen de Luján te bendiga.