Seguimos caminando este tiempo ordinario y nos encontramos con el Evangelio de San Mateo, capítulo 7 versículos 21 al 29, donde Jesús vuelve a insistir en lo mismo, y dice algo terminante a sus discípulos: “No son los que me dicen Señor los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen con la voluntad del Padre que está en el Cielo”.
Es decir que la clave del ingreso a la presencia del Señor es cumplir su santa voluntad, lo que pedimos a diario en el Padrenuestro: “Hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo”. Claro que pretendemos a veces que su voluntad se parezca a la nuestra cuando muchas veces dista de parecerse. Pero el camino de santidad es precisamente eso.
Dice el Evangelio que tratemos de entrar por la puerta estrecha porque es ancho el camino que lleva a la perdición. Es estrecho muchas veces cumplir la voluntad de Dios Padre, cuesta lágrimas, cuesta decir “no” muchas veces, agachar la cabeza, comerse algún que otro “sapo”, pero sabemos por qué lo estamos haciendo. Cumpliendo la voluntad del Padre que está en el Cielo, que nos amó tanto y nos entregó a su propio Hijo para que tengamos vida y vida en abundancia.
Entonces no nos quedemos solamente en las buenas intenciones o en las declamaciones. Nos conocemos, claro que nos conocemos. La voluntad de mi Padre no es solamente conocer su voluntad sino llevarla a la práctica.
Carlos Marx sabía casi de memoria los textos de San Pablo, lo que no significa que hoy digamos “San Carlos Marx ruega por nosotros”. Saber algo o decir “me gustaría”, no me hace entrar en la presencia de Dios. Es bienaventurado aquel que cumple con su voluntad.
Que la Virgen Santísima de Luján nos permita, escuchando cuál es la voluntad del Padre, llevarla a la práctica. Que Ella te bendiga.