Guardia del Río Luxán
Juan Guinot
El problema no es la falta de agua. El cauce del río casi no la tiene. Tampoco lo es el ácido y los químicos, que sí corren por el curso serpenteante y espumoso, cargados por los gotones de ácido colorinche, llovidos desde el cielo.
La principal causa que sostiene a los habitantes de La Guardia del Río Luxán es, justamente, cuidar que nadie les robe el río, esté como esté.
El poblado está constituido por Profesor Prócer, Zombi Recova y Perro Pensador.
Los tres conviven, sin problemas, a la vera del río Luxán para cuidarlo del “interés foráneo por lo nuestro”. Los Guardianes son una especie de Triunvirato de lo que quedó, la suma del poder y del pueblo, el eslabón final de una cadena que está más oxidada que aquellas que cuelgan de los pilotes de cementos de, lo que dicen fue, la Pasarela del Parque.
Son los únicos, los que quedan, por una simple razón: a falta de agua para tomar bueno es el glaciar con cianuro de los Andes. Entonces, quienes sobrevivieron a las tormentas ácidas partieron en dirección a los picos de las montañas.
Los que quedaron en el llano, en su gran mayoría, están enterrados. Deben su presente de no estar en esta vida a Zombi Recova. El zombi es un vecino inmortal de La Guardia del Río Luxán, revivido al pie de la Cruz de Palo, ni bien pasó el cometa Halley de 1910. Zombi Recova es el fiel representante del aborigenado perecido aquella tarde, de pólvora y boleadora, en el Siglo XVIII, donde la indiada reculó muriendo (gesta rememorada por décadas con el inmemoriable rótulo de “Último Malón”).
Ultimo o primero en morir, Zombi Recova revivió, como se dijo, de entre los muertos, al pie de la Cruz de Palo encaró para el Centro de la ciudad. En su derrotero por calle de tierra, se fue manducando cuanto cerebro humano se le cruzó por el camino. Y detuvo su paso destartalado, en la plaza principal, no por cansancio, sino por oferta de alimento: el zombi recaló en la Recova, donde abunda el cerebro fresco. Con el pasar de los siglos, sin mover el culo de una silla, se alimentó de la cerebrolera local, mostrando particular afición por morder al vivo (la sinapsis neuronal le pica en la lengua como aquellos caramelos efervescentes lo hacían en las papilas de los niños).
En las catacumbas de la Fundición acumuló el parque de neumáticos esparcidos en una ciudad en ruinas (y sin gente), pero llena de autos (y motos).
Profesor Prócer actuó rápido, con conocimiento, con una quinta reencarnación en él mismo a cuestas (y en el mismo punto del planeta) conoce el terruño como la barba candado (con prominente barba del mentón) que le brota en cada reencarnación.
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Y si Zombi Recova no se comió a todos fue porque quince miembros de la resaca citadina, tarde pero a tiempo, descubrieron el modus operandi de Zombi Recova y, como se dijo, se mandaron a mudar a la montaña que, más temprano que tarde, los mataría con el blend de hielo y cianuro.
Zombi Recova pudo quedarse solo, como zombi malo, comiéndose el contenido craneal de Profesor Prócer y Perro Pensador, pero no lo hizo porque sus dos vecinos se avivaron a tiempo, gracias a un momento ilustre (uno más) de Perro Pensador. El can (deriva de una mutación genética de empleado público y caniche Toys) dijo al Profesor Prócer: “No hay mordida sin manzana, no hay serpiente sin Adán. Hacele un cerebro tipo chicle para que se entretenga y no nos lastre”.
Y Profesor Prócer eso hizo. En las catacumbas de la Fundición acumuló el parque de neumáticos esparcidos en una ciudad en ruinas (y sin gente), pero llena de autos (y motos).
Profesor Prócer actuó rápido, con conocimiento, con una quinta reencarnación en él mismo a cuestas (y en el mismo punto del planeta) conoce el terruño como la barba candado (con prominente barba del mentón) que le brota en cada reencarnación.
Profesor Prócer actuó con dominio sobrado de la situación y le metió en la mano de Zombi Recova ese pedazo de cerebro placebo, chicloso, adobado con pilas (de cinco siglos atrás, que las hay por doquier) para otorgarle el picor de lengua que Zombi Recova tanto busca.
Profesor Prócer anda con una bolsa de cerebros de goma para reponer en la mano de Zombi Recova antes de que este se la reponga a él.
“Mascar in eternum, mientras no se avive, esa es la cuestión”, dice perro Pensador, de cara al curso espumante del Río Luxán que deben cuidar del cuatrero de la gota de agua, peste sin código ni clase que es capaz de todo por cargar su botella de atraco.
Zombi Recova no se da cuenta del cerebro placebo, de caucho y pila, y si se diera cuenta, al segundo se olvida. Es que Zombi Recova sólo sabe aquello que ve y recuerda la nada. Su memoria de mosca, lo pone una y otra vez, de frente a cerebro de caucho y dale que te dale, masca que te masca, desde hace varios meses. La clave es que nunca le falte.
En eso andan los tres, cada uno, cuidando el pedazo de costa del río que les toca, cuando, entre las nubes de lluvia ácida, aparece un platillo. Perro Pensador, se pone reflexivo, extrañamente no ladra, mientras mira el bólido espacial.
La nave cae vertical sobre la Tierra en un descenso que, no termina siendo brusco, aunque, vale decirlo, casi se lleva puesto al can mutante.
La nave es muy ruidosa. Por suerte los motores se apagan, vuelve el arrullo espumante del río. La escotilla se abre y baja una ET vestida con un traje fucsia que la cubre de los pies a la cabeza, y se le pega a un cuerpo 90-60-90, escultural, definitivamente de otro planeta. El rostro pálido, los labios finos y bordó, los rasgos angulosos, los ojos celestes y el pelo blanco suman al efecto logrado en los tres habitantes de La Guardia de Luxán, casi olvidados de lo que era encontrarse con una mujer, así sea alienígena.
–Bienvenida a la Tierra –se adelanta Profesor Prócer rascándose la barbilla con la mano izquierda, mientras que con la derecha refuerza la dosis de cerebro de goma para mantener entretenido a Zombi Recova.
–La Pampa tiene el Ombú, también tiene este perro. Si querés te hago un cachorro.
–Vaya a cucha –Profesor Prócer cruza al can mutante y retoma la atención a la recién descendida – No se preocupe, el perrito es bueno, no se va a meter con usted, bastante tiene con los huesos de la ciudad para divertirse enterrando. Bienvenida a La Guardia del Río Luxán. Usted, dirá, este semental está para servirla.
–Franca Fronch – Phone – House –dice la extraterrestre y las tetas se le encienden.
–Guauuu –exclama Profesor Prócer, apoyándose del hombro de Zombi Recova que sigue entretenido con el cerebro de caucho.
–Hombre que ladra no muerde y, mucho menos, sabe inglés. Si quiere le doy mi tubo para que hable –suelta el Perro Pensador y se pone panza arriba.
–Franca Fronch –Picture - Phone – House –vuelve a intervenir al pie de la escalinata del platillo.
–¿Qué lo que quiere esta? –pregunta Profesor Prócer.
–Cerebro –responde Zombi Recova, a poco de consumir el cerebro placebo que tiene en la mano derecha.
–Vos no, salamín, le pregunto al perro.
–El amor es una inversión, el concubinato ahorro. Hace un frío de cagarse –suelta Perro Pensador desde el suelo, panza arriba, empapado por los gotones de lluvia ácida, artificiando un tembleque corporal – Platillo donde cabe uno, cabe un perro.
–Franca Fronch – Picture – Phone – House – Water –suelta la ET y la luz de las tetas se apaga.
–Ahí lo pesqué, ¡water nunca! –amenaza Profesor Prócer y arenga a la tropa- Compañeros, la invasora quiere nuestro río, activemos el modo de defensa espartana.
Profesor Prócer, Perro Pensador y Zombi Recova (traído del brazo que no tiene cerebro de goma por Profesor Prócer) se ponen espalda contra espalda y se plantan para enfrentar a la extraterrestre.
–No hablau bien spanish, saco foto espacio, voy Marte, tanque nada, cargo agua, ir Marte.
–Para el río lo que es del río, para el río liberación –canta Perro Pensador haciendo más Piero los rulos de Caniche.
–Y nos quería conquistar el corazón para robarnos el río, vil precio para el hombre probo –dice Profesor Prócer, casi hablándole a Zombi Recova, como dándole consejo. El zombi le pasa la lengua a la palma de la mano con los pedacitos de goma del cerebro placebo.
–Yo Franca Fronch – se les acerca ella y enciende la luz de la teta derecha.
–Profesor Prócer, un busto –dice al posar su mano derecha sobre la teta derecha de Franca Fronch- Perdón, quise decir un gusto –corrige, en tono solemne, la palabra sin corregir la ubicación de la mano que sigue posada donde ya se dijo.
–Upalalá al perrito que viene en son de Paz, prenda la otra luz –Perro Pensador está en dos patas, apoyado sobre los muslos de la ET.
–Pocou de esou –Franca Fronch sigue camino hacia la costa, con los pechos en modo sin luz y con los tres guardianes a su espalda.
–No se mueva o disparo –agarrado de la barbilla, amenaza Profesor Prócer con el despecho del hombre a quien le acaban de romper el corazón.
–El que no mama no llora. Quiero llorar, préndeme la otra luz –suplica Perro Pensador ante la indiferencia de Franca Fronch, quien sigue atenta al curso de agua.
–No servir –Franca Fronch hipa, llorisquea, casi se quiebra, cosa que bien el vendría a Perro Pensador así le da la altura para cumplir su cometido.
–Nada de ponerse mal, que el río sea nuestro, no puede deprimirla –con tono paternal, Profesor Prócer se le acerca, la abraza.
–No volar plato, stop acá, for ever –Franca Fronch rompe en llanto.
Las lágrimas celestes corren por sus pómulos, van a pasar por los labios y de ahí, se montan a los labios de Profesor Prócer, quien acaba de enchufarle un chupón que se hace largo, se estira como chicle por la eternidad.
Las bocas fundidas de la ET y Profesor Prócer, se bañan de sangre roja y celeste, mientras Zombi Recova se deglute la masa encefálica de ambos. Es que, distraído por el beso, Profesor Prócer olvidó reponer en la mano de Zombi Recova la dosis del cerebro placebo.
Perro Pensador, alejado de la escena del festín, está al pie del plato volador, con la pata levantada, ejecutando una meada perfecta que entra al agujero de recarga de combustible. Baja la pata y se pierde entre la maleza. Reaparece con una manguera que trae prendida al hocico y desprende un chorrito de agua desde la punta. Enchufa la manguera en el agujero.
–Decime vos –le dice a Zombi Recova – Como vino a perder la cabeza éste por una mina. Es de creer o reventar dos tetas luminosas tiran más que una yunta de bueyes. –Se sienta sobre los cuartos traseros, se pasa dos lengüetazos por las pelotas y vuelve a hablar –. No sé, a veces las cosas no se dan como lo pensás. Mirá que, con la Franca Fronch, tuve no menos de quince sesiones de chateo mental, y le conté que tenía el agua para ella, para que me lleve. Decime vos por qué carajo no esperó un poco –Perro Pensador se pone en cuatro patas, saca la manguera del tanque- Y bué, habrá que seguir con el plan, irse a la mierda antes que la mierda te llegue al cogote. Me da cosita irme sin ella, pero bué, ya voy a encontrar a mi media naranja en otra Galaxia. Sabés qué, voy a extrañar este río, la lluvia ácida, a vos, al Profesor Prócer. Si te lo volvés a encontrar, cuando suceda su Sexta Reencarnación, decile cómo fue todo, así no hay rencores –Zombi Recova, de lo más entretenido con la faena de cerebros, apenas si le presta atención a Perro Pensador- No sé para qué te hablo, si al final no te acordás de nada. Bué, hermanito, por ahí, quién te dice, las vueltas del espacio, el siglo que viene, de pasada, bajo a saludarlos –Perro Pensador trepa las escalinatas, sube al plato, la escalera entra a la nave, se queda un rato mirando la lluvia perpendicular, ácida, golpeando en la espuma del río que crece y crece- Si es que este planeta, todavía existe –la puerta de la nave se cierra, el platillo volador emite un ruido ensordecedor, se despega del suelo, asciende vertical y se pierde entre las nubes, lejos. En pocos segundos, La Guardia del Río Luxán vista desde el espacio será un pestañeo, uno solo, el del final.
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