Mercedes, mi lugar en el mundo
Susana Spano
Nuestros viejos maestros del periodismo siempre aconsejaban comenzar las notas en tercera persona. “Plural de modestia” lo llamaban, y agregaban que “aunque el artículo lleve firma, lo más conveniente es utilizar ese tiempo verbal”.
Siempre he seguido esa norma porque creo que es acertada pero hoy, traicionando las enseñanzas y dejando de lado los buenos consejos de quienes me formaron en esta profesión, siento la necesidad de independizarme de la forma y utilizar el “yo” porque es imposible distanciar los sentimientos.
Llegué a Mercedes una mañana de otoño, hace ocho años, me habían indicado: “Cuando llegues a la terminal tomate un coche y decile al chofer, hasta la Trocha”.
A pesar de que me pareció extraña la indicación y tenía mis serias dudas de que el taxista entendiera la dirección, obedecí. El hombre no titubeó, condujo el coche y al llegar dijo: “Es aquí”.
Una antigua estación de Ferrocarril se levantaba ante mí; con timidez entré. Un joven, que dijo llamarse Alejandro, me recibió sonriente y me indicó que podía dejar mi bolso en el control. La vieja estación era una radio y en ese momento estaba en el aire; como de lejos escuché “Radio Vida”…
Las sorpresas continuaron. Alejandro me dijo que en la otra habitación estaban haciendo televisión y su conductor estaba en el aire. “Se llama Fernando Luna”, dijo y, de pronto estuve en un set, donde un hombre afable me dio la bienvenida y al rato estaba con él frente a una cámara diciéndole que venía de Mendoza y era amiga de Marcelo Uncal.
Así empezó mi vida en Mercedes, como una premonición llegué al lugar donde haría mis primeras armas en el periodismo local, conocería a Fernando Luna y a muchos de mis amigos: Alejandro Barbieri, Marcelo Trivellari, Ariel Musante, Graciela Medina, Mimí Torelli y muchos más. Fueron bellas épocas que me dieron felicidad.
Con la radio vino el conocimiento de una ciudad de calles amplias y arboladas, donde es imposible perderse porque son numeradas: las pares se orientan de una manera y las impares las cortan.
Yo venía de un lugar con mucho movimiento, donde el anonimato era casi una costumbre. Aquí, por el contrario, el tiempo era más generoso y todo el mundo se conocía. Había historias, personas, lugares y cosas que me interesaron.
Mercedes ayer: las personas que admiro
Un día alguien me contó que había una biblioteca que fundó el propio Sarmiento, y allí fui. Me quedé maravillada con el edificio y los tesoros que se podían encontrar. El profesor Pedro Pasquinelli era su director, entonces. Desde el primer momento nos entendimos, un mutuo amor nos unía: la literatura y el arte. Él me introdujo en nombres de poetas y artistas plásticos locales: Ana Sampol de Herrero y Octimio Landi fueron los primeros que mencionó. En mis visitas frecuentes escuchaba las anécdotas del profesor que un día llegó incluso a prestarme uno de sus tesoros más preciados (que jamás salía de la biblioteca) una antología de Ana Sampol que había recopilado.
De Octimio me contó que estaba enfermo pero que era uno de sus más dilectos amigos y que tenían largas y profundas charlas.
Con nostalgia recuerdo las colecciones de diarios que me mostró. ¡Con cuánto amor las había recopilado! Revistas antiguas y tantos otros tesoros.
Cuando observo que en la actualidad mucho del trabajo y sacrificio de Pedro se ha perdido, por desidia y mala dirección, no puedo menos que entristecerme por lo poco que algunos han sabido valorar el trabajo que este gran hombre le donó a su ciudad.
Otro personaje querido que recuerdo es el Coronel Ernesto Peyregne, que en el año 1962 estableció un depósito a los 79º 28’ de latitud, armando un refugio a 228 km al sur de la Base General Belgrano en la Antártida Argentina. Una verdadera proeza para la época, sobre todo por las condiciones con las que se contaba entonces. Este hombre tan singular era de una modestia tremenda y cada vez que tuve la fortuna de conversar con él me dio ejemplo de lo que es un verdadero héroe, sin estridencias ni declamaciones.
En Mercedes vive, actualmente, un sabio: José Bonaparte, reconocido paleontólogo, “Doctor Honoris Causa” de varias Universidades Internacionales y requerido frecuentemente por diversos Institutos especializados del mundo. Su fama es tal, fuera de nuestra ciudad, que un dinosaurio descubierto hace unos años lleva su nombre, en homenaje a su labor científica. Él vive humildemente en una casita alquilada, alejado del centro y sigue estudiando, todos los días, a pesar de que su vista ya no es buena. He tenido la fortuna y el honor de conversar varias veces con él profesionalmente y he aprendido mucho.
Si de poesía hablamos, quiero rendir aquí un homenaje a la querida Ilda Valle, a quien mucho admiro y respeto. Ella le ha escrito y cantado a cada persona u objeto de la ciudad, pequeño o grande, no importa. Su verso, siempre generoso, ha sabido captar de manera refinada y sutil, hasta las más íntimas esencias de Mercedes.
Ella le escribió un día un poema a mi madre y la retrató como pocos, por eso y por su amistad sincera le estoy agradecida.
Otra persona a quien admiro y quiero es el profesor Ricardo Tabossi, investigador e historiador, reconocido en distintos círculos académicos y un referente de nuestro programa cada vez que de historia hablamos. En él convergen el saber, el rigor y la honestidad intelectual. Gracias a su generosidad he podido clarificar muchos puntos oscuros de la historia argentina que no alcanzaba a dilucidar.
La vida cultural
La ciudad tiene una activa vida cultural: grupos de teatro, exposiciones de artes plásticas, conciertos, ballet, coro, foto, cine y mucho más puede encontrarse en la agenda de fin de semana que presenta Mercedes.
De los grupos de teatro destaco al Teatro Talía, donde vi la primera obra, cuando llegué. El Grupo Entretelones, que dirige Eduardo Grinovero, los grupos de Sergio Blanco y otros. Siempre he dicho que cualquiera de los muchos espectáculos que se presentan en la ciudad podría estar en la calle Corrientes de Buenos Aires y, seguramente, no desentonaría.
Otro orgullo local son sus museos.
Mercedes hoy
Muchas cosas han cambiado en estos ocho años, algunas para bien otras para mal.
Cuando llegué las calles estaban limpias y el Parque Municipal todavía era posible visitarlo. Hoy, las calles están sucias y descuidadas y el Parque, en muchos sectores, es tierra de nadie.
Cuando llegué me pareció maravilloso el edificio del Palacio de Justicia. Hoy no se puede transitar por una parte de él porque hay cintas que indican peligro de derrumbe.
Cuando llegué las escuelas del Estado estaban, más o menos, cuidadas y los comedores infantiles funcionaban bien. Hoy una de las escuelas históricas –la Escuela Normal– está en estado crítico y los comedores infantiles son una vergüenza, porque la partida no llega y se han reducido los cupos para los niños.
Cuando llegué la convivencia política entre el intendente y los partidos políticos de la oposición era factible. Hoy, la convivencia entre el FMpV –a quienes muchos llaman despectivamente “La Cámpora”– y el intendente es casi imposible y, pese a que aparecen algunos rasgos de aparente convivencia, la mayoría de las veces no es tal.
¿Significa esto que el tiempo pasado era mejor? ¿Que, con el paso del tiempo, todo ha empeorado?
No lo sé, pero puedo afirmar que algo permanece inalterable: la gente. El mercedino, como hombre de la llanura, es un ser franco y bonachón, de trato espontáneo y sincero. No es naturalmente desconfiado y se entrega sin retaceos.
Desde que llegué me sentí como en casa, nunca fui extraña ni me lo hicieron notar; por el contrario, recibí a cada paso muestras de afecto y cariño. Aquí he conocido amigos que conservo, generosos, buenos, con los que aún practicamos esa hermosa costumbre de reunirnos a tomar un café en alguna de las numerosas confitarías que rodean la plaza principal, o las infaltables cenas o almuerzos según la ocasión.
En Mercedes todavía tenemos “tiempo” y ese tiempo siempre es bello porque no es entorpecido por un celular o una computadora. Aquí todavía funciona el “cara a cara”.
Por eso, pese a todo creo que Mercedes es un buen lugar para vivir, porque mientras podamos mirarnos a los ojos, darnos un abrazo, saber qué podemos esperar en el otro, tener la certeza de que nuestros amigos están allí para cuando los necesitamos estaremos en nuestro lugar en el mundo.
Querido Cristian:
Ocho años se cumplen hoy de esta maravillosa y sorprendente aventura que iniciaste con un clásico de la información mercedina en formato digital. Muchos han querido imitarte pero ninguno ha podido, porque la calidad, el profesionalismo y la imparcialidad informativa son difíciles de lograr cuando no se hacen con rigor.
Te deseamos muchas felicidades en este aniversario y descontamos que el éxito te seguirá acompañando porque sos un periodista honesto.
Susana Spano y Marcelo Uncal
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