Es costumbre en la Iglesia saludar a la Santísima Virgen en tres momentos durante el día: al amanecer, al mediodía y a la hora de la oración, es decir por la tarde. Y se la saluda con la Oración del Angel o Angelus.
A excepción de este Santo Tiempo de la Pascua, que ha comenzado el Sábado de Gloria y finaliza con la Cincuentena Pascual en Pentecostés, de lo cual hablaremos mañana.
Este saludo a la Virgen cambia en este Santo Tiempo. Es con el Regina Caeli (Reina del Cielo).
El texto traducido dice:
Reina del cielo, alégrate, aleluya.
Porque el Señor, a quien has llevado en tu vientre, aleluya.
Ha resucitado según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
Goza y alégrate Virgen María, aleluya.
Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya
Con esta oración se la saluda a la Virgen y se repite esta expresión «aleyuya» que como hemos dicho significa «alabad a Yaveh», «alabad a Dios», volviéndole a recordar a la Virgen que ha resucitado y que es justo alegrarse. Porque así como la hemos acompañado en la soledad y el dolor del sábado es justo que la acompañemos y nos gocemos con su alegría, de allí el saludo Regina Caeli.
Este anuncio de la resurrección y esta alegría es en primer lugar para la Vírgen Santísima pero estamos asociados como Iglesia a esta alegría de la Pascua que dura estos 8 días –la Octava de Pascua– y se prolonga todo el tiempo de Pentescostés.
Pero no es cualquier alegría sino la de sabernos primero amados por Dios. Esta alegría que nadie nos la puede quitar se basa en su resurrección. Nos ama, nos ha absuelto y ha resucitado para que tengamos vida, y vida en abundancia.
Que la Virgen de Luján, Reina del Cielo, se alegre y que esa alegría también sirva para nosotros.