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Domingo de la Divina Misericordia

Muchos domingos del tiempo litúrgico tienen alguna característica en particular. Es el caso de este domingo, el de hoy, el segundo domingo de la Pascua. Se lo conoce como domingo de la Divina Misericordia.

Desde siempre es utilizado el Evangelio que hace referencia a esta actitud por parte de Dios, pero es desde San Juan Pablo II que se instituye esta fiesta para contemplar de modo particular el corazón abierto de Jesús, del cual manan dos rayos. Son rayos con dos colores que representan la gracia, que representan el amor, representan la misericordia, visión que tuvo en su momento una religiosa de la misma nacionalidad de San Juan Pablo II, la beata Sor Faustina Kowalska. Es ella quien manifiesta esta visión, la describe cómo es y se hace toda una teología en torno a lo que realmente significa, que insisto es una devoción que venía desde siempre en la Iglesia: contemplar la misericordia de Jesús, del corazón amante de Jesús.

Es la misericordia. De ser lástima dista. Dista mucho de ser pena. Dista mucho de ser compasión por algo. Misericordia son dos palabritas: miseor miserias y cor corazón.

No es sino el corazón de Dios que se arrima a la miseria del corazón de cada uno de nosotros. Ese corazón repleto de amor. Ese corazón lleno de Gracia. Ese corazón que trae la presencia de Dios en la tierra, se arrima a nuestras propias miserias. Eso es la misericordia y si hemos recibido la misericordia estamos invitados a ser misericordiosos.

¿Qué significa ser misericordiosos? No es otra actitud más que animarnos a poner nuestro propio corazón cercano, al lado del corazón sufriente del hermano y no solamente del corazón sufriente sino también del corazón agradecido del hermano, del corazón alegre del hermano, del corazón del hermano que obtiene un triunfo en su vida, realmente alegrarme con esa alegría y llorar con su pena.

La misericordia no es sino arrimar mi corazón al corazón del otro, del mismo modo que Dios arrima su corazón a la miseria de nuestro corazón.

En este domingo de la Divina Misericordia, que la Virgen Santísima de Luján nos enseñe por un lado a recibir agradecidos la misericordia que viene de Dios y por otro lado esa misericordia que recibimos animarnos a darla a los demás.