El arquitecto Pablo Wisznienski, fundador del CEAMSE, comentó en el Congreso Internacional sobre Residuos Sólidos Urbanos de San Juan en el 2014, que Argentina pierde cada año 6000 millones de dólares por no reciclar la basura. Cifra para nada despreciable si se tiene en cuenta además, que todos los residuos del consumo van a parar a grandes basurales que producen altos grados de contaminación en el suelo, las napas freáticas y el aire. Además del consiguiente perjuicio en la calidad de vida de la población y el deterioro de los ecosistemas.
Los últimos estudios sobre RSU concluyen que la basura, bajo una nueva mirada se la considera un recurso económico valioso, susceptible de ser reincorporado como materia prima al circuito productivo. Para ello, se ha puesto la mirada sobre lo que se ha dado el llamar el post consumo. O, la economía circular.
Hemos visto hasta ahora, que los mayores esfuerzos de la economía se han dirigido al logro de altos niveles de eficiencia en la producción y distribución de bienes, lo que ha redundado en un consumismo exacerbado. Y por otro lado, no se han creado las condiciones para manejar la parte residual del proceso, lo que ha producido como consecuencia un descontrol generalizado de los desechos, al punto que debemos convivir con basura diseminada por todas partes, y un alto porcentaje se dispone en basurales a cielo abierto, sin ningún recaudo.
La concepción de economía circular consiste en reutilizar los residuos del proceso de consumir, y pone la atención al final de ese proceso, por lo cual crea las condiciones necesarias para capturar y reincorporar al circuito productivo los desechos del consumo –residuos de distinta índole– susceptibles de ser reutilizados. Para ello, es necesario la implementación de un sistema con entidades dedicadas a la recolección, separación, acopio y distribución de los residuos que serán reincorporados como materia prima en el proceso fabril, evitando en parte, tener que ir de nuevo a la naturaleza para obtenerlos.
Crear las condiciones necesarias para tratar la basura significa, en principio, la aplicación de inversiones en proyectos de ingeniería que vayan a resolver de manera integral el problema de los Residuos Sólidos Urbanos. Cuestión en la que los gobiernos municipales en general son reacios a distraer parte de su presupuesto a este tipo de emprendimientos, por no considerarlos importantes, por desconocer la dimensión del problema y no tener conciencia de los beneficios que tendrían los ciudadanos al habitar ciudades amables y limpias.
Es cierto que en nuestros usos y costumbres, el contacto con la basura nos impele a deshacernos tan pronto como se pueda de ella, depositarla lo más lejos posible, bajo el convencimiento que así resolvemos el problema. Es cierto también, que esta actitud nos ha llevado a convivir con la falta de higiene y como si eso no bastara, los que gobiernan han creído resolverlo creando grandes basurales a cielo abierto, verdaderos depósitos de inmundicia.
Por eso, se hace necesario encarar la cuestión del tratamiento de los residuos sin más demoras. En todas partes donde se hace tratamiento integral de los RSU. Se empieza haciendo separación en origen. Es decir, se le debe enseñar a la población la manera de hacer esa separación, la que en principio contendría los residuos orgánicos por un lado y los inorgánicos por otro y proveerles los receptáculos para hacer esa diferenciación.
El transporte también debe ser diferenciado, hasta donde se realice una separación más acabada; y todo aquello que no se pueda reutilizar –el rechazo– debe ser dispuesto bajo determinados recaudos y vigilancia. El rechazo es inversamente proporcional a la tecnología que se aplique. Por lo tanto, a mayor tecnología, menor rechazo.
La experiencia recopilada da cuenta que en los municipios en donde se ha resuelto encarar la solución del tema de la basura, los emprendimientos por lo general, han logrado su autofinanciamiento. Otros han obtenido superávit, que reinvierten en mejoras o adquieren nuevas tecnologías. También están los que funcionan subsidiados, lo que no constituye un problema y nadie se espanta por ello, se los considera inversión en calidad de vida de la población.
Lo que ya no se puede seguir haciendo es no encarar la solución al tema de la basura. No solo porque ya es demasiado el perjuicio que esa dilación le crea a mucha gente. Sino que, no se cumple con la legislación que ordena la manera como deben tratarse y disponerse los Residuos Sólidos Urbanos, todas disposiciones que permanecen en mora desde hace ya bastante tiempo.
Una mirada optimista sobre esta cuestión, da cuenta de que muy por fuera de quienes deberían liderar la obtención de soluciones de largo alcance, surgen desde el llano, inquietudes y organizaciones tendientes a hacer visible la urgencia de encarar esta problemática que hoy golpea hasta los más distraídos.
El cambio climático se hace sentir en todo el planeta y por momentos toma dimensiones catastróficas, cuyos efectos no ha sido posible controlar con todos los avances tecnológicos logrados. Por otra parte, los niveles de contaminación infligidos a la tierra tras la consecución de mayores rendimientos en la agricultura y ganadería han terminado agrediendo el estado natural del suelo, agua y aire, comprometiendo la posibilidad de seguir viviendo para innumerables especies.
Sin embargo, cada vez son más los que alzan la voz para protestar y ejercer presión sobre los gobiernos, sobre cuyas espaldas recae la responsabilidad delegada por los ciudadanos para encontrar soluciones concretas. No son pocas las organizaciones que empiezan a aparecer preocupadas por los efectos de los cambios que se han venido produciendo en detrimento de la conservación del planeta y generar condiciones de sustentabilidad en la acción del hombre sobre la tierra.
En otro sentido, las organizaciones mundiales sobre asuntos ambientales no logran ponerse de acuerdo en realizar compromisos conjuntos para mitigar el deterioro generado hasta ahora.