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Provocaciones en la oscuridad

Por Mauricio Battafarano

La provocación habitualmente estimula una acción como respuesta. Quien provoca sacude, interpela al otro en general de una manera violenta, agresiva.

En ocasiones intenta convertirse en una suerte de movilización crítica hacia alguien que conduce a revisar supuestos aceptados previamente. En otros casos es simplemente una auto descalificación impotente de quien provoca.

En los últimos días la ciudadanía toda ha asistido a una provocación más del presidente de la República, alguien habituado a dirigirse a sus conciudadanos de manera autoritaria, soberbia y con frecuencia algo burlona.

Indigna a quienes perdieron trabajo, cerraron empresas, no pudieron despedir a sus padres o abuelos o recibir a hijos recién nacidos con sus familias, o a todos aquellos a las que la vacunación les llegó mal, tarde o nunca

Luego de militar por una cuarentena estricta, con el argumento de que prefería 10 por ciento más de pobres a 10000 muertes -aclaremos que consiguió todos los pobres que se propuso y más de cien mil muertos-, de prohibir reuniones, visitas a parientes difuntos -siempre y cuando no se tratase de un personaje célebre, en cuyo caso cualquier aglomeración masiva era alentada, permitida y justificada- nos enteramos de que en su residencia se festejó el cumpleaños de su pareja sin el menor respeto por la cantidad de invitados, el distanciamiento social, uso de barbijos, etcétera, como si por un instante la pandemia se hubiera interrumpido para que ese selecto grupo de personas disfrutaran un emotivo encuentro sin restricciones de ningún tipo. Curiosa situación que indigna a quienes perdieron trabajo, cerraron empresas, no pudieron despedir a sus padres o abuelos o recibir a hijos recién nacidos con sus familias, o a todos aquellos a las que la vacunación les llegó mal, tarde o nunca por cuestiones que no queda muy claro si lindan con la ideología o la ineptitud en la gestión.

En todo caso una provocación que habla del provocador, una persona que aceptó ser puesto a dedo por quien antes había sido blanco de críticas feroces de su parte, que se muestra como abanderado de la inclusión pero que no duda en culpar a su mujer de la famosa fiesta al mejor estilo misógino, más propio de un machista recalcitrante que de un defensor de pañuelos verdes, que extrae de los arcones de la historia un discurso setentista mientras las calles de su país se llenan de personas hambrientas y desesperadas, que finalmente acompaña y ¿dirige? un proyecto que alguien calificó muy bien «de empobrecimiento inclusivo con igualdad sin oportunidades».

Esta provocación expone la falta de sensibilidad social, el cinismo de un discurso que normatiza autoritariamente la ética ajena mientras justifica las transgresiones propias -recordemos asados con famosos y ricos sindicalistas entre otras-.

En las sociedades democráticas las elecciones son el camino para alzar la voz, para demostrar que se ha aprendido, para señalar limites incuestionables a prácticas arbitrarias y poco éticas, para expresar disconformidad y ganas de cambio, para escapar a la resignación desesperanzada.

Pero para la ciudadanía esta provocación es también una movilización crítica. La interpela de una manera brutal, la obliga a repensar valores, a asumir responsabilidades tanto en lo que se hizo como en lo que se va a hacer, a exigir de sus dirigentes calidad moral, coherencia, verdad, compromiso, sentido común o buen sentido, tan valorado por Aristóteles y tan olvidado por ciertos políticos oficialistas contemporáneos.

En las sociedades democráticas las elecciones son el camino para alzar la voz, para demostrar que se ha aprendido, para señalar limites incuestionables a prácticas arbitrarias y poco éticas, para expresar disconformidad y ganas de cambio, para escapar a la resignación desesperanzada.

Esperemos que las torpes provocaciones, las restricciones a la libertad, la expulsión masiva de jóvenes y empresas frustrados por la falta de horizontes de crecimiento y seguridad jurídica y personal, la exasperante carencia de ideas de una clase gobernante que solo conoce de inventar impuestos y desalentar inversiones, funcionen como estímulo suficiente para despertar a la ciudadanía de un peligroso letargo y abran un camino de esperanza que ilumine esta noche tan oscura que estamos transitando.

Que así sea.


Mauricio Battafarano es doctor en Medicina, Psiquiatra, Psicoterapeuta y Profesor Universitario.