Por Mónica Tirone. El pasado 19 de marzo falleció la excelente Profesora Irma Cestari, “Bocha” para todos los que tuvimos la dicha de transitar una parte de nuestro camino junto a ella.
Si hubo una persona maestra en modestia, fue Bocha. Teniendo todas las cualidades para mostrarse orgullosa de conocimiento y de sabiduría, ejerció cada cargo que le cupo en la vida con proverbial humildad, con especial discreción, con envidiable prudencia, con serena templanza, en voz baja pero firme, con una sonrisa dulce y medida.
Ejerció cada cargo que le cupo en la vida con proverbial humildad, con especial discreción, con envidiable prudencia, con serena templanza, en voz baja pero firme, con una sonrisa dulce y medida.
Sus alumnos de Psicología en el 4to. 1era. de la Escuela Normal podíamos cuestionar los contenidos y hasta visitarla en su casa para dialogar abiertamente sobre nuestros pareceres. ¡Atrevida adolescencia del ‘70!
Siempre éramos recibidos con amabilidad y atención. Siempre éramos acogidos con argumentaciones sólidas y con aceptación racional, con comprensión y apertura.
Ya en el Profesorado, su rigor intelectual nos ayudó a crecer como futuros profesionales dentro de esa Historia de la Educación que nos hizo comprender. Sin grandilocuencias y con su ejemplo diario, contribuyó a construir en nosotros algo esencial para ser feliz en el trabajo elegido: la vocación.
Bocha era un espíritu superior, o –al menos– así se comportaba.
Me tocó disfrutar de su compañerismo como colegas en nuestra querida Normal y luego, de su conducción respetuosa, directa, expectante, realista, sensata: mucho decir para un rol directivo.
Hemos sido bendecidos al contar con ella cuando éramos jóvenes y también en los últimos años, cuando la visitábamos con algún dulce casero, que siempre agradecía con esa sencillez y ese asombro que conmovían.
Ha partido una gran docente, pero – sobre todo– una persona íntegra, completa. Persona, con mayúscula. Ha partido silenciosamente, como vivió.
Mónica L. Tirone. DNI 10826989, docente jubilada