De manera eficiente, responsable y en consonancia con las normas sanitarias, la sucursal Mercedes de La Anónima se está manejando en esta pandemia con respeto y cuidado de sus trabajadores y clientes. Así es que llevan adelante un importante trabajo de desinfección y un protocolo de acción con trazabilidad completa de la actividad en sus dependencias.
“Si bien en Chivilcoy hubo un caso positivo en la sucursal y estuvo un par de días cerrado, esto fue posible por todos los protocolos que desarrollan. Se sanitizan los carros, los baños, las puertas de las heladeras y todos los objetos que usan los empleados y no se ven. Tenemos trazabilidad de todo, incluso un turno en el comedor en el que no van más de tres, con mesas y posiciones fijas. Sabemos en caso de que haya algún caso aislado o confirmado a quiénes aislar. Nosotros tenemos listado todo y llevamos registros de todo”, explicó el gerente Alejandro Gismondi.
“Tenemos asentados los datos en un registro protocolizado y trazabilidad. Todo está controlado, trabajamos en contacto con la gente, explicando cómo cuidamos a empleados y clientes. Además estamos en permanente diálogo con las autoridades del municipio, con el área de Comercio, con la secretaría de Trabajo y con el Sindicato. Estamos imbuidos y ocupados en el tema. Podemos mostrar lo que hacemos”, aseguró Gismondi.
No pasa todo por el uso de guantes y alcohol en gel. A La Anónima llega al menos un camión por día, pero por protocolo se sanitizan dos veces los pallets, que son bajados por el propio personal del supermercado, mientras que los choferes no bajan de los camiones. “Tratamos de hacer todos los días un poco más por la salud de todos y la prevención”, indicó Gismondi, quien destacó que en todo este tiempo se fueron adecuando a las normas.
«Uno va aprendiendo día a día y ve cómo mejorar. Tenemos que cambiar el chip del trabajo, a veces uno pensaba cómo podía faltar alguien con dolor de cabeza, y hoy hay que decirle que con dolor de cabeza no se puede trabajar porque si alguien viene así puede contagiar a otros en la sucursal y debemos cerrar. Las cosas cambiaron, hay un antes y después de la pandemia»
“Uno va aprendiendo día a día y ve cómo mejorar. Tenemos que cambiar el chip del trabajo, a veces uno pensaba cómo podía faltar alguien con dolor de cabeza, y hoy hay que decirle que con dolor de cabeza no se puede trabajar porque si alguien viene así puede contagiar a otros en la sucursal y debemos cerrar. Las cosas cambiaron, hay un antes y después de la pandemia. A veces parece chocante que le indiquemos a los clientes que no entren de a dos o tres personas. Aquí no pueden entrar más de 35 personas, tenemos que limitar a la gente por metro cuadrado por más que el lugar sea muy grande. Además con distanciamiento no puede haber más de tres o cuatro personas, por lo que si esto sucede empiezan las colas afuera”, indicó y agregó que a otros se le pide que se queden con el barbijo puesto: “Muchos clientes lo entienden y nos agradecen”, remarcó Gismondi.